La franja de guerra...

Durante días miramos impactados las imagenes que desde Gaza nos envían con miles de heridos, muertos y pueblos destrozados. Placenteramente nos sentamos frente al televisor sin poder hacer mucho y nos dejamos contar historias que, y por fortuna, pasan muy lejos de casa y cuyos bombazos no nos suenan cerca.

Las cruentas imagenes hablan por sí mismas, pero la verdad no está contada al derecho. No sabemos a ciencia cierta que otras cosas más están pasando mientras nosotros nos impresionamos con noticias antiguas porque cada día, cada hora en aquella Franja de Gaza tiene de horror y tiene de noticia.

Una guerra sin cuarteles y sin ejercitos. Bueno, uno sí... una guerra por lo tanto desigual, fraguada a vista y paciencia de una comunidad internacional que no puede hacer mucho o no quiere intervenir y en la que muchos otros dicen llevarse las manos a la cabeza pero sin capacidad de acción interventiva.

Nosotros en las ciudades organizamos marchas conjuntas, gritando a viva voz consignas de Alto a la guerra que esperamos sean escuchadas. Mientras tanto, los que tienen el poder en sus manos, "los altos cargos", siguen mirando con autocomplacencia como un ejercito masacra una población indefensa, como al día de hoy han muerto ya en esta irracional acción 900 personas, que no importa si son palestinos o israelíes lo importante es que está muriendo mucha gente y nadie interviene en lo absoluto.

Edhu Olmert, que seguro su familia estará orgullosa de El porque yo creo que el resto del mundo no, ha ordenado que se prosiga la ofensiva porque su país, Israel, por supuesto, está a punto de alcanzar "su objetivo". Un objetivo aún no muy bien sustentado por ninguna base que permita su logro mediante y a través de acciones ilegales, mezquinas y deleznables porque, que nosotros sepamos, aún no se ha detectado ni se sabe que se haya matado terrorista alguno sino, por el contrario, violentado los derechos humanos al completo y masacrado a una población desarmada en la que mujeres y niños encabezan la lista.

Este tipo de acciones acrecientan odios y virulenta cualquier compromiso de paz. Alimentan rencores y lastiman sentimientos colectivos que luego son casi imposibles de subsanar. Mientras unos luchan por "la paz", y hacen guerras a su manera; los otros, los afectados, encrudecen su resentimiento y alimentan venganza.

Nunca se ha creído en la paz por una guerra. El poder de la palabra pierde lugar en este nuestro mundo que a golpe de machete, sonido de bomba y disparo de arma busca llegar a entenderse y hermanarse como si de una cuestión de juegos sin muertos se tratase.

Lessar.