I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

martes, agosto 24, 2010

Recuerdos

Y ahí estaba yo: con doscientos euros en el bolsillo y dos maletas en la mano. Una repleta de recuerdos y otra abarrotada hasta la saciedad de penas y lágrimas. El llamado de la aerolínea susurraba siempre el mismo renglón: pasajeros con destino a... sírvanse pasar a la sala de embarque número.... Yo, por el momento, no pensaba poder embarcar en ningún avión, ocupar ninguna silla ni siquiera pasar por delante de ningún counter. No pensaba en pillar ningún tipo de vuelo trasatlántico ni mucho menos nacional. No pensaba nada, sólo caminaba como espectro entre cientos de turistas e historias. Mis maletas, por su parte, buscaban tímidamente entre unos y otros un lugar sencillo pero cómodo, cálido e útil en donde descansar tan tullido cuerpo en el que se había convertido el mío después y como resultado de un patético y dramático final amoroso por allá en la Europa de mis recuerdos.

Recuerdo que respiré, no una sino tres veces. Recuerdo que me agaché y coloqué mis posaderas sobre unas frías baldosas color beige natural. Una maleta a un lado, la otra del otro, y yo en medio de ambas. Saqué de mi bolsillo un Kit Kat, el otro lo reservaba para momentos peores, miré a mi alrededor y sentí, de un momento a otro, como cosa de no creer, un repentino desplome de mi cuerpo como si todas esas baldosas clarísimas y abrillantadas me succionaran tragándome, dejando sólo mi armazón como un despojo a punto de desfallecer entre ojos chismosos que miraban por encima de sus hombros a quién es ese momento se sentía la más desgraciada de todos.


Tres días después recuperé la razón. Recordé en la lejanía de mis memorias que aún conocía a alguien que podía socorrerme en medio de la desgracia. Incorporé lo que quedaba de mi masa, de mi elemento casi inanimado. Me procuré dibujar una sonrisa y caminé hacía una cabina telefónica. Fulana! le dije! estoy en Barajas y necesito tu ayuda! Necesito me dejes estar contigo una semana o lo máximo dos! Yo sé que puedo conseguir un trabajo!, y ella, con voz segura y firmeza absoluta me dijo: Cuando tu quieras eres bienvenida!

¡Ay, cuánto deseaba escuchar estas palabras! Cuánto necesitaba de consuelo para mis derrotados sentimientos. ¡Cuánto necesitaba de una mano amiga, un soporte, un apoyo de cualquier tipo! Tomé en mis manos mis petates y enjugué las únicas lágrimas que tuvieron el agrado de salir por eso de que es bueno desahogar las tristezas. Enjugué las últimas dos que vería cualquiera y me prometí a mi misma jamás volver a pisar predios tan bajos como en los que yacía por desiciones mal tomadas.

Mientras tanto el personaje, la persona, el ente sin memoria por la que yo había terminado allí, indigente, rezagada, olvidada ya había decidido olvidarse de mi, ocultarme entre vivencias pasadas, para darse a otra vida, otros amores, otras historias, sin pensar que al dejarme extraviada entre sus memorias egoístas, entre los olvidos más insólitos yo me convertía en otro ser, quizá menos egoísta, menos despiadado, no como él, quizá también más humilde si se puede decir, más consciente de mí misma, de mis deseos y mis capacidades. Más positiva, más humana, más yo.

Les.

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