Nuestra relación
Tonta: Pirata, ¿Qué somos tu y yo?
Pirata: Bueno, por ahora amigos.
Tonta: pero… ya llevamos tiempo saliendo juntos y la última vez que estuvimos comiendo arroz chaufa en el Cantón y encontramos a tu amigo “el cannabis” me presentaste como tu chica pero realmente nunca…
Pirata: ya pues, es que eres mi chica, ¿o acaso es que quieres ser mi novia?
Tonta: ¿Tú novia? –¡Claro que me encantaría!- osea para nada Pato. ¡Qué dices! Yo no quiero ponerte en compromiso de…
Pirata: ¡Viste cómo estamos de acuerdo! Lo de amigos está perfecto, además yo acabo de terminar una relación de 6 años y la verdad que no me apetece demasiado empezar nada de lo cual no estoy seguro.
Tonta: ¿pero meterte entre mis sábanas a caso no es serio? ¡Porque que yo sepa te veo bien seguro cuando estamos en lo que estamos!
Momento reclamo, se arruinó la noche, el pirata se da media vuelta y fin del romanticismo y de paso de la conversación.
Hace no menos de dos días decidí que ya no quería vivir con un pirata en mi vida, con fulanos de quita y pon, con relaciones efímeras e infantiles, con temerosos al compromiso y con escuetos que no saben darle un nombre a lo que ya de por sí lo tiene. Cogí el teléfono y me llené de valor, pero no contestó. Luego de 15 minutos volví a llenarme de valor y no volvió a contestar. Luego de dos horas estaba hinchada de valor habiendo hecho cerca de 7 llamadas que ahora eran perdidas.
Encima no me contesta, pensé. Encima han pasado ya tres horas y cuarto y sigue sin devolverme la llamada. Luego de seis horas, quieta, triste, agotada mental, sin dudarlo demasiado cogí mi iphone, con quien he iniciado un nuevo romance desde entonces, y borré el número del pirata, sin contemplaciones. Desde ese entonces no le he vuelto a marcar y él no me ha vuelto a llamar tampoco, todo sea dicho.
Ayer, mientras me atiborraba de Nutella y preparaba una cena para una, repasé “nuestra” relación con el pirata. Una “nuestra” que jamás fue perfecta. Perfecta para mí porque para él era estupenda: Cama, cuerpo y sin complicaciones, ¿Qué más se puede pedir? Para mi fue buena pero no llegaba a echar cohetes aún cuando ese chico, piratilla y matón de mares, me gustara demasiado.
Me quedo, pues, deshojando margaritas, con un pirata menos, con media docena de llamadas perdidas y sin ninguna de vuelta, mejor así, jugando con mi Iphone y sus aplicaciones, más aplicadas incluso que el mismísimo Patricio “pirata”, y empezando de nuevo. Otra vez como de costumbre, otra vez como me gusta.
Lessar
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