I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

viernes, abril 17, 2009

De Gargantas y retos: Cerdeña.

Un creyente. Una persona que cree, no?. Una persona que se empecina.

Abro un libro hace algunos meses atrás, me interesan sus páginas, releo los renglones que me hablan de hazañas o de pequeños retos personales, me dejo llevar por las fotografías. Miro al techo de mi habitación, veo una pequeña mancha de humedad que se parece a cualquier sitio. Yo digo que es Cerdeña, como la isla, como mi libro, como mi próximo destino.

Nunca suelo hacer muchas cosas, algunas no las empiezo y otras no las termino. Procuro no empezar nada que sepa de antemano que no voy a terminar y en cuestiones físicas no suelo librar batallas maratónicas que me supongan dejarlas por la mitad, no quiero cansarme demasiado. No quiero ninguna cosa pero a la vez las quisiera todas.

Con ideas y con creer en esas ideas basta. Con intentarlas basta y con hacerlas te has ganado la satisfacción personal aunque no el reconocimiento; pero eso -el reconocimiento- es lo de menos cuando te has quedado satisfecho tu mismo.

Estoy en Dorgali. Cerdeña. Llevo unos días dando vueltas por la isla en un pequeño Fiat Panda color gris. La ruta la he empezado en Alghero, hacia Capo Caccia, la costa norte. Porto Torres, Castelsardo -que buen pescado al vino tienen en ese pueblo-, bahías, pequeñas costas, viento, un poco de agua, lluvia. A lo largo de Kilómetros he podido llegar a ver la Costa Esmeralda. Algunos "pobres del mundo", actores, actrices, algún emir árabe y un famoso jefe de escudería Renault viven allí, en Portocervo. Dejo Hollywood a la italiana y llego a Olbia, pueblo de centro romántico, callejuelas empedradas, finos restaurantes, un frío del carajo y una lluvia beligerante. A puertas de empezar mi aventura y de hacer una marca personal por satisfacción propia.

Después de ir a Nuoro, un pueblo al interior en donde no hay hoteles y si mucho frío, me dirijo a Dorgali, mi cita de las 9 de la mañana con Gianpiero está pactada desde hace una semana. Después de muchas llamadas he podido concertar un guía, es marzo, no hay gente aún en la isla, el tiempo no ayuda y hay que ir acompañado a determinados lugares por convertirse en inseguros.

Mi cita falla. Gianpiero no aparece. Hago memoria y recuerdo dentro del Fiat Panda el por qué estaba yo allí. Miro las copias de mi libro. Los apuntes que he sacado de Internet desde hacía semanas atrás, miro las fotos que he podido bajar y llevada por el entusiasmo que no por la decepción tomo la determinación de hacerlo sin guía alguno. Compro un mapa de rutas de la zona. Identifico las líneas verdes continuas de las azules, las más fáciles de las complejas y enrumbo hacia Tascali en donde hay que dejar el auto porque luego la ruta hay que hacerla andando.

Cruzar el río entre piedras y comenzar a andar hacía arriba, cuestas, vegetación, ahora cuesta abajo, sigo escuchando el río que sé está a mi izquierda, paredes de roca se pueden apreciar luego de un trayecto largo. Más árboles, calor, frío, sol y nubes. El tiempo acompaña a medias pero no llueve. Dos horas y observo la fotografía de mis hojas. Estoy en la Gola di Gorropu o Garganta de Gorropu.

La Gola di Gorropu o también llamado cañón de Europa está en el Supramonte en la isla de Cerdeña y sus paredes verticales superan los 400 metros de altitud. Miro de cerca y escucho voces. Hablando en sardo -que es más parecido al catalán- unos hombres se apresuran a saltar la inmensa pared de roca que está frente a mis narices. Salvattore, Mario y Antonio se acercan y con una sonrisa dibujada en la cara dicen que la ruta aún continúa. Me animo, salto de mi lugar y me introduzco en la garganta de aquella montaña sarda.

Salto rocas, aterrizo de mala manera alguna veces, escalo por cuerdas, me ayudan. Tomo agua, tomo fotos. Estos hombres, cincuentones todos, se animan mucho para seguir la jornada. Van pasando las horas, la garganta se va haciendo pequeña, se escucha el agua caer por entre las paredes tan altas como pequeñas cascadas, miramos hacia arriba somos pequeños si nos comparamos con la inmensidad que nos tiene rodeados. Seguimos más horas, animados y a la vez agotados. No descansamos y luego de un trayecto que podríamos catalogar como bastante largo y difícil llegamos al final de nuestro recorrido. ¡El Gran Cañón de Europa estaba hecho! Deshicimos el camino sobre nuestros propios pasos. Me separé de ellos en donde los encontré y seguí camino al coche luego de casi ocho horas de travesía.

Desde luego, y como dije antes, no suelo hacer muchas cosas ni empezar seguramente ninguna; pero sé que hay algunas pocas a las que les dejo anidarse en mi cabeza hasta convertirse en obsesiones que finalmente hago realidad y la Gola di Gorropu fue una de ellas. Tarea cumplida y puedo decir que estoy satisfecha. Esta experiencia la he enmarcado en el conjunto de experiencias que valen la pena repetir y, sin duda alguna, compartir con quien quiera escucharlo, como algunas de las que hiciera en su momento: el ascenso al volcán Stromboli en erupción, los saltos desde un avión o bucear en el Mar Rojo.

Hasta la próxima aventura y si alguien quiere apuntarse a la siguiente... bienvenido!

Les


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