I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

miércoles, julio 08, 2009

Soy una niña mala aunque no tenga sexo con fantasmas...

¡Qué cosas escribes! ¡Ya te vale! me dijeron hace algunos días en casa de un amigo mío de años que me invitó a visitar a su madre –señora que conozco y muy bien desde que llegué a tierra ibéricas-, ofrecimiento que yo, despreocupadamente acepté pensando que sería divertido e incluso hasta terapéutico por el hecho de sentirse en familia un sábado al mediodía. Yo había llegado con las pistolas desarmadas, sin balas para tirar ni mucho menos bazucas con las que impresionar. Era una visita familiar, supuestamente, sin ningún riesgo a correr y la artillería, si es que alguna vez cargo con alguna, la había dejado en casa, la munición en el coche y el ejército de argumentos olvidados en la gaveta de mi mesa de noche.

Después del saludo cordial vino el jamón serrano, mmm... hasta ahí todo muy bien. Qué recibimiento más honroso, qué detalle para con la visita. El jamón pata negra y los espárragos de muy finísima calidad. Los chorizos de Salamanca no tardaron en salir y la sidra vasca, justo de Astigarraga no dudábamos en servirnosla con estilo y picando el vaso; en medio de esta degustación de alto standing con vino riojano adornando la mesa, además de unos tacos de bacalao con excelente aroma a pilpil, en cuestión de segundos, mientras pasaba por mi escueta garganta un pedazo de espárrago, una voz férrea, dura y grave me dice secamente: ¿Por qué escribes esas cosas que escribes en Internet? ¿Por qué tienes la mala manía de contarlo todo? ¿¡Qué tu madre no te enseño a ser discreta?! ¡¿Que no sabes que eso no está bien?!


No sé si el trozo de espárrago terminó su recorrido que no era otro que irse directo a mi estómago, o si por algún caso extraño cogió la vía mala y peligrosa que lo hizo aterrizar en las respiratorias, o si fueron ambas cosas a la vez, mitad pa' allá mitad pa' acá, el hecho es que de repente sentí que algo no iba demasiado bien, tenía motivos para pensar que tan repentino llamamiento controlador a mi ser había desembocado en un casi trágico y desagradable atoramiento fruto de la impresión al escuchar lo que había escuchado. Estaba atragantada y mi amigo, raudo y espontáneo, con un golpe férreo en mi espalda logró desatorar el atasco dentro de mí, el pedazo de espárrago rebotó sobre el mantel horrible con flores y mi expresión de niña buena, agradable y bien educada por las dominicas cambió en un santiamén.

¡Que yo qué! Respondí aireada-

¡Qué pensará tu familia! ¡Cómo se te ocurre hablar de porros, o cagadas o decir que te quieres poner como loca a tener sexo -por no decir f....- para quedarte embarazada! ¡Qué es eso de cuestionar sobre los hombres y las mujeres, hablar de sexo o de drogas!


Con qué devoción lee usted mis artículos señora -.respondí tácitamente- Me gusta el interés que he despertado en usted sin quererlo, me halaga, en serio, y lo siento si los temas no son de su total aprobación. Le sugiero que ya que le gusta tanto opinar tenga la amabilidad de dejármelo por escrito en la misma página web que tanto le molesta pero que por lo visto sigue con entusiasmo, incluso más que yo que ni siquiera recuerdo qué fue lo que escribí ayer.


La cara de mi interlocutora adquirió muchas tonalidades, el color rojo fosforito invadió su cara de pocos amigos, el labio inferior rebotaba con un tembleque que no era ni normal y el ojo izquierdo parpadeaba sin parar. Decidió continuar su absurda perorata sin ánimo de dejar nada para después, se había tomado demasiadas confianzas y ella no estaba dispuesta a echarse para atrás. Hacía caso omiso a mis interjecciones y seguía con su ya conocido rosario de escrúpulos rezongando sobre mí, mis pareceres, mis historias de internet y mis piercings. ¿Pero qué tiene que ver que me haya perforado el cuerpo tantas veces con lo que escribo? Le pregunté incansablemente. Nada –repondió tajante- pero esas cosas no son normales. ¿Qué acaso tus padres no te han sabido educar?


Un cúmulo de respuestas mal sanas, hirientes y espantosas vinieron a mi cabeza, invadieron mi ser, aniquilaron mi esencia, viciaron mi espíritu. Quise decir de todo, estallar como los invitados de Laura Bozo en su ya inexistente programa de mediodía, coger una silla estamparla contra la cabeza de tan ex adorable viejecita, vociferar como una loca sin control que todo lo que escribía era porque me daba la gana -dicho elegantemente- Y que tenía un sitio en donde pensaba ponerme el siguiente piercing la semana próxima y que por mi parte estaba totalmente invitada a ver el show de mi deshonrosa perforación.

Era como una película en cámara lenta, como si los reproches dirigidos hacía mí me dieran pié para formular respuestas duras hacia ella, como si se me fuera la vida queriendo ahogarla con mis propios argumentos sobre lo que creo de ella y sus ya pasadas concepciones de lo que se debe; pero mis labios no atinaron a decir nada, mi garganta no generó sonido alguno, mis ideas empezaron a difuminarse y una leve sonrisa empezó a maquillar mi cara. Mientras seguía escuchando improperios en mi contra, mi mente hizo lo suyo y se dejó llevar por el jamón de pata negra que se había quedado aparcado en la mesa sin que nadie pudiese engullirlo como era debido, miré los espárragos y lancé mi mano sobre el chorizo salmantino, dejé que la fatigada señora con una vida apagada, triste y amargada desfogara todos sus males fruto de una vida sin amor y con un ex marido misógino y faltoso, con unos hijos que nunca la visitaban y con pocos o inexistente amigos a su alrededor. Dejé que hablara, que chillara, que me dijera todo lo que tenía que decir mientras que yo seguía comiendo y saboreando la sidra, incluso le pregunté si podíamos abrir alguna botellita más. Ella miraba absorta, confusa, no encontraba el feedback, no había respuesta, simplemente... no me encontró.


Desde luego pasamos una tarde amena, yo no me fui de allí sin haber acabado el rioja, el jamón y demás delicatessen que mi querida verduga había sacado para mí, creo incluso que mal pagada he quedado después de escuchar tanta bobería junta y por tanto tiempo. Desde luego no hay forma de agradar a todos pensé, que si para algunos lo que escribes es muy soso o poco interesante y en cambio para otros es hiriente, que son estupideces pueden pensar algunos y sin embargo otros nos aprueban con buena nota. Me gustó esa señora porque al final de todo fue decidida y me dio la cara, me dijo lo que pensaba en vivo y en directo, plausible actitud porque pudiendo hacerlo anónimamente fue directa y no se escondió. Finalmente debo decir que me cayó bien, que he descubierto que me gusta que me flagelen, que no me tomo a mal los improperios sobre mi persona, que estoy preparada para las ofensivas verbales que puedan resultar de quienes no ven con agrado lo que escribo, porque escribir es sencillamente eso: quedar a merced, al descubierto, de quienes opinan sobre nosotros nos guste o no lo que tengan que decirnos.


De vuelta en casa me senté frente al ordenador, recordé lo que había sucedido y me gusté quedándome callada, yo creo que esa mujer necesitaba hablar y ser escuchada, no importa ya de qué calibre fueran sus palabras, si buscaba lastimar o una respuesta, simplemente las lanzó como una ofensiva esperando un ataque que nunca llegó, mis balas estaban de asueto, lo único que tenía para defenderme era un hambre atroz y un oportuno sentido del humor. En fin... que sepan que yo normalmente, es verdad y en efecto, lo cuento todo pero que no quede duda alguna que ese todo es solo lo que a mí me interesa y algunos nombres, como el de esa señora, me da que no quiero contarlo…


Lessar.

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