I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

miércoles, septiembre 16, 2009

De corazones rotos y Jude Law.

(tu caso, el mío, el de cualquiera)

Recogía los pedacitos del suelo. Recogía los pedacitos indigentes que habían quedado desperdigados por el suelo, luciendo como una mierda de nada, después de ese disparo a matar en que se convirtieran las palabras que me dijo en toda mi cara, sin el menor atisbo de piedad ni vergüenza alguna que se asomase a jugar a mi favor. Disparó palabras que dolieron y que me dejaron sin aire, sin ganas, sin ánimos, atosigada de rencor y de un sin entender que luego de mucho tiempo aún me acompañó como una sombra con la férrea intensión de no abandonarme nunca. Las palabras fueron directas y cargadas de dureza, agrias, ásperas pero sinceras. Me dijo que me cambiaba, que me cambiaba como unos calzoncillos a los que hay que darles de baja porque están usados, ajados, hechos mierda, me quitaba su cariño porque había decidido dárselo a otra porque esa otra era sencillamente más guay que yo y punto.

¡Ay! Qué ansiedad. Qué ganas de no pensar en nada y de no querer escuchar aquella perorata a punto de continuar. Era vomitivo pero cierto. Hay quienes dicen que las verdades son duras, duelen, pero son lo mejor. Los batacazos si hay que dárselos mejor antes que después pero después de tantos meses convertidos ya en años pienso me merecía una mejor excusa que esa, sí señor.

Pero no fui la única, no soy la única, ni seré desafortunadamente la última a la que le rompen el corazón de esa manera tan “poco fina”, a la que la cambian sin más explicaciones porque ahora entiendo, justificando esa acción, que cuando nos enamoramos esas cosas pasan, afloran de nuestra boca palabras que disfrazan excusas que jamás concientemente diríamos pero como estamos empujados por esa mezcla de emociones que nos ha generado y prodigado la nueva pareja las soltamos haciendo daño, quiero creer sin querer, a la que o al que hasta ese momento nos ha acompañado como el mas fiel de los amigos y, por supuesto, como nuestra pareja.

Los amores van y vienen hasta ahí está clarísimo, no hay duda. Uno, otro, el de más allá. Los amores de toda la vida no siempre duran toda la vida, algunas veces se nos quedan por ahí aparcados en quién sabe dónde y con quién sabe quién, después de todo lo que nos cuesta encontrarlo (algunos son los amores de la infancia con lo cual mínimo ha pasado su decenio para que por fin acceda a ser tu novio o novia o te animaras a pedírselo. En tiempos modernos hay quienes no han dudado en usar a Internet como cupido para lograr encontrar el amor que muy a su pesar finalmente terminaron por no convertirse en el amor de sus vidas) los dejamos partir para ir detrás de otro, para ilusionarnos nuevamente, dejando corazones rotos, que digo rotos, rotísimos simplemente destrozados.

De aquí nacen los expertos, aquellos que andan de un lado a otro ilusionando corazones y destrozándolos a jirones sin medir consecuencias, alimentando ilusiones que antes vieron la luz en cuentos de infancia patéticos con princesitas hermosas y príncipes variopintos que nos contaran y que nos creímos sin lugar a dudas. Expertos en ir de un lado a otro, negociando amores, rompiendo compromisos, reinventándose en otras camas con una absoluta y total facilidad envidiable que los hace merecedores del estandarte de la “practicidad andante”.

¿Perderemos mucho en el cambio? A veces sí a veces no, a veces ganamos y a veces simplemente la cagamos y no hay vuelta atrás, el daño está hecho porque las palabras dichas se quedan en la memoria, en este caso en mi cabeza porque ahora me estoy creyendo que efectivamente no soy tan guay.

Y ahí se han quedado los pedazos, los he recogido todos, uno por uno, cuidando no perder ninguna pieza, antes los mantuve entre mis manos, los he mirado detenidamente, los he analizado y quitado el sucio que recogí del suelo, y los he metido en el bolsillo de mi guardapolvo. Espero algún día me acuerde de que están allí y que me dé por recomponerlo para que otra vez y más adelante me lo vuelvan a romper, pero esta vez ya habré aprendido a jugar este juego, y seguro, lo sé, no será tan terrible.

...

Me gusta mucho esta escena de la película Alfie (es clarísima para escenificar a uno de los más grande "expertos" en el arte de romper corazones de la pantalla grande) y, por supuesto, me gusta Jude Law.