I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

lunes, febrero 16, 2009

Señor taxista! Yo no soy periodista...

Hace muchos años, como unos cuatro, amanecí en Tánger. De repente entré en un bar la noche anterior, me reí, disfruté con los amigos, descansé mi trajinado cuerpo y cuando me quise dar cuenta estaba en Tánger, había terminado en África al otro lado del estrecho de Gibraltar, secuestrada en un carguero con millón un preguntas acerca de mí de porqué iba para esta ciudad al norte de Marruecos, cargando un pasaporte peruano, una identificación española, un pequeño bolso nada atractivo y un papel que decía soy periodista.

Los detalles no los recuerdo, o mejor dicho no los quiero recordar. Creo que quedan cifrados en una pequeña parte de mi corteza cerebral deseosos a ser eliminados un día de estos por cuestiones de pudor o vergüenza a estas alturas de mi temprana edad; el hecho es que aquella mañana había tomado un autobús, creo eran las 5 de la madrugada -no lo recuerdo muy bien-, me había dirigido a Tarifa, uno de mis pueblos favoritos de Cadiz, y tomado el Ferry que te lleva hacía paradero conocido al norte del África mora. Ya en el barco, pensaba en lo que haría tan luego llegase a este nuevo país totalmente desconocido para mí, del que había oído hablar mas bien poco y que esto poco se resumía a pateras que cruzaban el estrecho y a sonido de Jembe con vocablos árabes a descifrar.

Estando en el barco tengo que presentar mucha documentación que acredite que puedo entrar nuevamente a España, como sabrán rubia no soy así que tranquilamente podía pasar por una marroquí entusiasmada por el salto a Europa; así que me aseguré bien de que todo iba conforme a regla y que no tendría ningún problema... hasta que... llega a mis manos un terrible papel de migración en el que debo detallar mi ajustada, miserable y nada productiva vida profesional que hasta ese entonces engalanaba mi pertrecho y mal avenido currículum y no se me ocurre otra idea que en lugar, y todo sea porque no hubieran malas interpretaciones al respecto, de poner que me dedicaba a bailar y animar público hotelero escribí PERIODISTA.

Vayas risas me echo yo ahora después de haber sudado frío y pasado todo tipo de pensamientos nefastos pero sobretodo inoportunos sobre un equivocado momento, un poco acierto sobre el apartado profesión que rellené, pero peor aún un equivocado lugar. Mi concentración se disipó, mi corazón latió al máximo y unas ganas de lanzarme al agua y volver a nado a España se apoderaron de mí súbitamente. La adrenalina fluyó a mil por cien y mi cara lució un aspecto fantasmal.

Oh maldición! Yo no sabía que los árabes tenían algún tipo de problemas con los periodistas; es mas, yo no sabía que los periodistas tenían problemas alguno con alguien, pero se ve que muy bienvenida no era en ese barco que me llevaba a cualquier sitio menos a uno en el que me hubiese podido sentir segura o protegida en los más mínimo. La cuestión fue que en un camarote cerrado, o especie de oficina con cama se me plantan tres señores haciendome todo tipo de preguntas, cuestionamientos nada agradables sobre el porqué y para qué y donde quién voy. Qué va a investigar, y por qué?!! repetían una y otra vez con ese acento marcado árabe-español. A quién?!! usted no puede estar aquí, así por así, algo quiere saber! Que va a investigar?! Yo no sabía que responder simplemente atiné a decir: No lo sé... me explico, ayer estaba en Conil y hoy subida en este barco que me lleva a Tánger, estoy por cuestiones personales o por cuestión de un improvisado y una nada medida toma de decisiones, por lo visto, equivocada. Yo no debería estar aquí y tampoco haber puesto que soy periodista. Fueron momentos muy difíciles y debo confesar que pasé miedo.

La verdad y después de una discusión acalorada, medio en árabe, en español o lo que fuere, revisado mis pocos objetos personales y reído por la nada simpática foto de mi pasaporte (que por cierto ya lo cambié) la cosa pasó a calmarse, improvisamos risas y mi pulso empezó a relentizar las doce mil pulsaciones que llevaba por minuto, mi cara lucía una nada convincente sonrisa pero sobretodo me quedó poco en claro absolutamente nada. Lo único que recuerdo es que me dieron dos palmadas en la espalda, me invitaron una bebida y me trataron muy amablemente los escasos 10 minutos que quedaban de trayecto, eso sí ,tenía a uno de un lado y a otro del otro lado y entre los tres nos mirábamos con cara de poker sin sabernos que decir. Una vez habíamos llegado a puerto me acompañaron hasta la salida con un atisbo de solemnidad

Yo nunca me enteré de lo que pasó, sólo recordaba sin cesar las frases de los que la noche anterior estaban sentados en una misma mesa, en un bar de nuestro Conil de la Frontera repitiéndome una y otra vez: A Tánger no se te ocurra irte sola! No vayas, No vayas!

Bajando las escaleras de ese ferry bicolor fui recordando instantes, flashes, momentos de la noche anterior, del porqué me había subido a ese barco, de cómo había llegado hasta allí sola y de que me motivó a hacerlo. Sentí que a pesar de los sustos y el mal momento lo volvería hacer. Me maravillé con lo que mis ojos vieron desde la acera del embarcadero que no era otra que las vistas de aquella entrañable ciudad, me acomodé el bolso... saqué un cigarro... me acerqué a un taxi-árabe y éste me dijo: A dónde vamos? Y yo le respondí: Yo no soy periodista y lléveme a cualquier lugar...

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