I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

martes, noviembre 17, 2009

Yo prefiero no ser nada

En este espacio en el que tenemos la gracia o desgracia de vivir llamado mundo o intento de mundo encontramos, en líneas generales, una serie inacabada de especímenes constituyendo grupos o colonias etiquetadas, de las que formamos parte a veces dándonos cuenta o no, según nuestros comportamientos, actitudes, esfuerzos, juicios, un sinnúmero de características inherentes o que en su defecto hacemos propios aún cuando podemos tener la oportunidad de despojarnos de aquellos. Clases de personas, de seres diría muy personalmente, claro, como todo lo que escribo desde atrás de este ordenador muy personalmente.

Existen dos clases de personas entre miles que existen y pululan entre nosotros, los desafortundados que tenemos que aguantarlos y en ocasiones defendernos haciendo caso omiso a su existencia, o en su defecto aceptándolos procurando estén a un espacio prudente de nosotros que nos permita mantenernos a salvo y no infectados del veneno que traen consigo. Dos clases de personas. Una de ellos: Los perdedores, no hay nada más penoso que ser un perdedor, no hay nada mas rocanbolesco que llamarse perdedor, ¡vaya putada la de ser un perdedor!; pero tengo que decir y en voz alta que dentro de esta especie de perdedores se subdividen a su vez en dos grupos: Los perdedores que muy a su pesar no se han dado cuenta que han nacido estrellados y piensan que lo desafortunado que les sucede son circunstancias aciagas del destino y nada más, y pretende con su soliloquio, también muy personal, convencerse de no ser esos perdedores que están a punto de desvelarse; y, por otro lado, los perdedores concienciados de que lo son, y estos me gustan menos.

Un perdedor lo podemos ser cualquiera, tú, yo, el vecino, hasta el intelectual que cree que va de intelectual. Un perdedor tiene el permiso de serlo todo por eso es un perdedor, pero no le deja excento a poder admitirse cierto garbo aún cuando todo pinte nefasto a su alrededor. Una licencia para él mismo. Caminar con la cabeza metida en la tierra o el rabo entre las piernas no es la mejor actitud para sobrellevar este mundo que nos va acosando de un lado y del otro. Sin embargo esos perdedores acérrimos, concienciados de que lo son, se convierten en energías negativas, no ven nada positivo, al contrario, dan la lucha por perdida, no lo intentan porque simplemente dentro de sus concepciones perdedoras no vale la pena. Este tipo de reacciones enferman, intoxican y no sólo a ellos mismos que ya de por sí están contagiados, sino que propagan tosiendo desmesurada y en microgotas esa autoconmiseración hacia los demás.

Como había señalado en un principio hay dos clases de personas entre miles de clases. Uno había comentado: Los perdedores que son muy importantes; pero existe también otra clase de personas, no etiquetados pero que abundan mogollón y que son los que creen que le han ganado a alguien, los que se creen que se las saben todas, que no han empatado con nadie y sin embargo van por ahí dispuestos a decapitar al mas desafortunado o no dando lecciones y emitiendo juicios que encima son erróneos, y a esos sí que les tengo un miedo del carajo. Al menos el perdedor en su mayoría se va dando cuenta de que la cosa no le va saliendo a pedir de boca, que es sólo una racha de mala suerte, que está estrellado, lo asume e intenta, en la medida de lo posible, pillar el tren que lo pueda sacar de ese lamentable infortunio (caso contrario si eres un perdedor de los que no le interesa más jugar ninguna partida porque está seguro de volverla a perder, con lo cual de ese no hay nada de qué hablar); pero los que se creen que le han ganado a alguien y la verdad es que no han empatado con nadie se convierten en especies peligrosas, imposibles, renuentes a dejar de creerse lo que no son y, por consiguiente, difíciles de sobrellevar.

Les tengo un miedo del carajo, fijense, porque más de una vez me he hallado escuchando discursos estándares de destinatario "medio" con ínfulas de "ganador", pretendiendo darme catequesis, aleccionamiento en una amplia disertación muchas de las cuales no tenían sustento ni razón de ser (contando con que carezco de muchas cosas, pero tengo una capacidad de aguante bastante buena, creo yo); pero este grupo se ve con el derecho, la confianza para poder aleccionar, y ya no digamos aleccionar que esa es demasiada pretensión, llamémosle dar homilías en las que de juzgar lo que hacen los demás mal es la introducción principal sin darnos cuenta que muy personalmente no tenemos autoridad para juzgar ni el conocimiento básico muchas veces para sustentar las opiniones, y ya ni que decir que carecemos de esa prestancia que creemos haber ganado cuando no hemos empatado con nadie.

Entrar en razón con personas que creen saberlo todo es difícil cuando no un arduo trabajo, pero entrar en razón con alguien que cree que porque tiene un buen trabajo, una vida acomodada o no tan acomodada si lo comparamos con el resto, un título de cualquier cosa, una familia buena, buenos hijos, buena esposa o esposo, y seguramente algún que otro éxito reconocible en su vida, que con premeditación va regalando juicios de valor sobre la vida de otros sin conocimiento exacto de causa es batalla perdida, no hay vuelta que darle al asunto. Esos son a los que les tengo miedo porque el perdedor no hace daño, a lo mucho a sí mismo, pero el que se cree que ha ganado y no lo ha hecho pero que va por ahí juzgando puede hacer mucho daño al resto, y más sabiendo que lo que dice puede resultar cuanto menos lastimoso.

Así que puestos a escoger no quisiera ser ni convertirme en ninguna de estas dos clases, no quiero ser ni perdedor ni creerme que le he ganado a nadie, prefiero mantenerme en la periferia de no encajar, seguramente, dentro de nada, cosa rara, auténtica o no me da exactamente igual, no quiero tener que lastimar a nadie por creerme que lo poco vivido que no es absolutamente nada, me otorgue derecho a emitir juicios que puedan lastimar; tampoco quiero ser de las que se lamenta ni mucho menos dar la batalla por perdida, no quiero tener que lamentarme de lo mal que salen siempre las cosas porque lo único que atraigo son negatividades, con lo cual negativizo a mi entorno. Quiero estar en el punto en el que no tenga que ser ninguna de ambas cosas pero cuidarme sobre todo de no llegar a creerme nada que realmente no lo sea.

Lessar

Videillo con cariño...

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