Quedarse y secarse
Mi espíritu dolido y delicado se desvaneció frente a mis narices, y en una calurosa noche de verano reciente empezó a estremecerse dándome señales de pronta huida o ausencia. Mi espíritu que es poco explicativo, no se expresaba con vocales ni consonantes, se expresaba con bascas y regurgitaciones indicándome una toma de decisiones urgente y necesaria, ese espíritu me dijo no!
A la mañana siguiente a esa noche estuve en el hospital, me interné y decidí salvar a mi espíritu aquejumbrado, a mi cuerpo molido de penas y dolores varios, a mi mente de los padeceres sin remedios, decidí salvarme de la agonía de soportar aflicciones que se curarían con el tiempo. En la casa blanca, en la que todo se cura, probaron inyectar mi cuerpecillo de todo tipo de líquido elemento blanquesíno que despertara al fantasma en el que me había convertido. Todos esos líquidos revitalizaron mi mente y abrigaron ese espíritu que horas antes esperaba inerte el encuentro con mi madre a quien tanto extrañaba.
Hoy recuerdo que fueron muchos días en los que pensé no hacer nada, hoy recuerdo que quiero seguir entre todos ya sólo para poder escribir.
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