I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

martes, febrero 23, 2010

Una noche con Humphrey Bogart

Escucho el trastabillar de un reloj cucú que hace tiempo se rompió, que de antaño no da la hora y cuyo pajarillo huyó como ciertos presidentes usureros de países pobres. La televisión trata de engañar mi sueño con una serie de máquinas grandes, maquiavélicas que intentan mantenerme en pie con el fin de que arremeta y cometa el delito infame de comprar nada mediante marcación rápida, que quitará más que mis gorduras grasosas una soledad tamaño cráter que ronda, últimamente, mis noches menos intensas. La palabrería de los insulsos engañosos retumba en la habitación como drum and bass en in crescendo. Sigo no pendiente de aquellas locuciones mas propias de viejas creyentes de cualquier cosa que de pura realidad verídica. Pasa uno, pasa otro y aparece repentinamente el "locuaz" galán, que con sonrisa muy propia de Humphrey Bogart exacta, blanquísima y pareja intenta venderme al puro estilo de los pastores de iglesia radical músculos apetecibles de color caramelo tostado. Por mi parte creyóme cero la directa lanzada con insistencia de entre sus labios carnosos, rojos y apetecibles, pero confieso que como seguidora del buen ver quedóme yo lela e idiotizada por aquel cuerpo sustancial propio de películas de gran taquillaje.

De incendiarios apetecibles está compuesto el mercado, de fulanos que creen poseer "la verdad" la plaza de los pueblos, de políticos de derecha, de izquierda de poco centro, de religiones radicales, sumisas, ciegas el panorama terrenal. Como el Humphrey Bogart que chilla obstinado, todo lo demás, como él, mucho, muchos. Un conjunto de demonios locos pululando entre infieles, vociferando dogmas incrédulos alimentados por las ansias de creer en algo, por simple educación o por, sencillamente, unas pocas ganas de no sentirse sólo.

Ahora el Bogart ha sido reemplazado por miles de Bo Derek, sin trencitas alborotadas, sin playas de encanto pero con el insistente recurso que sigue siendo el mismo: Atender al máximo el mensaje que ha dejado de ser subliminal para convertirse en un mandato sugerente de compra inmediata y de paso costosa. Muchos, entre esta noche que me parece será larga, habremos claudicado y demostrado que en medio de nuestra intentona de permanecer en la periferia de los "dogmas" no podemos escapar de todo, aunque lo intentemos. Así como no se puede escapar de la religión, de la política, de lo artificial, de los chismes del vecino, de los fracasos... Como lo dijera Enrique Jardiel en su momento: "El fin de la religión, la moral, la política y el arte no viene siendo desde hace cuarenta siglos más que ocultar la verdad a los ojos de los necios". Esto me lleva a pensar que sodomizados por ideas como estas y al hacerlas propias nos convertimos en débiles e ignorantes, que existen infinidad de conceptos que envilecen, carcomen y muerman la "inteligencia" de ex hominidos, ya evolucionados y llamados sapiens, que a veces suelen no demostrar el razonamiento ganado a la naturaleza, demostrando fanatismos extremis a los que su corazón y mente han dado cabida como doctrinas ciegas e irrefutables.

En algo hay que creer, sr. Dawkins. En algo hay que creer ya sea en científicos antiguos, en Einsteins, Edisons; pero tampoco pretenda que los demás entiendan sus concepciones ateas porque estaríamos dogmatizando como aquellos a quienes refuta lo que, por supuesto, tienen bien merecido. Es verdad también que la soledad, el interés por no caer en el aislamiento total lleva a estas humildes mentes a creer en algo y seguir conceptos que, incluso, dejan rijan sus vidas como fe absoluta. A la deriva quedan los pocos que se han salvado, inadaptados les llamarían la mayoría, los ausentes e incrédulos, que no admiten teorías que no les permitan tomar decisiones propias. Los que se han alejado de la evangelización de las teorías y de las fes absurdas, radicales; y que como mucho están sujetos y son presos de sus propias concepciones separatistas. ¡Afortunados ellos!, pero permítanme la licencia de decir en voz alta que ¡tampoco les creo nada!

Las teorías y la fe, grandes opios de la sociedad actual. La religión, conceptos peligrosos. Filósofos y pensadores no han hecho más que avisarnos sobre el riesgo que implica ser demasiado creyente, e incluso ser el más mínimo de los practicantes. Nieztche, Feibleman, Freud agotaron teorías que aún no han sido contadas por ningún párroco de esquina en catequésis escolar. Y la política, dónde dejamos la política, no hay frase más sustancial como la que dijera Bernard Shaw: "La política es el paraíso de los charlatanes" por eso dejó de ser socialista para convertirse en crítico teatral, aún sin saber que el arte también envilece al ser humano pero de una manera menos escandalosa que lo anteriormente mencionado.

Ya hemos cambiado de repertorio, por fin el puntero ha marcado las cinco de la madrugada, momento perfecto para tirar el cucú obsoleto por las ventanas del edificio de cinco pisos en el que duermo. Lástima que no puede tirar también al Bogart de la pantalla chica porque su cansino mensaje de compra era realmente inaguantable, lo único que sirvió para mantenerlo en on fue poner en silencio el televisor para poder seguir disfrutando como fetiche de esos abdominales caramelo, seguramente también falsos. Y como fetiche acomodada me quedo aquí, regocijándome en mi pensamientos más personales, ya que después de lo dicho en lo único que me apetece creer por el momento es en lo que soy.

Lessar

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