I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

jueves, enero 21, 2010

13 de enero de 2010


De los Uros, Taquile al Cañón del Cotahuasi: Bajan dos, sube uno.

Te escribo desde algún sitio que está más allá de dónde pensé un día estar. Hace no menos de dos días estaba por las montañas del Salkantay, había bajado por la ceja de selva e internado en la ladera del Machu Picchu peruano, hasta ahí todo en orden, todo bien. Luego se nos dio por no dormir demasiado y salir del Cuzco con dirección a Puno. Nos habían hablado sobre el lago desde dónde habían salido Manco Capac y Mama Ocllo con el fin de fundar el imperio de los Incas, así que para allá nos dirigimos cargados de ilusión, pero con el cuerpo cansado y algunos con lesiones serias en las extremidades.

Después de una larga noche de autobús hemos llegado a Puno. Las 5 de la mañana no son horas para iniciar aventuras dirán algunos, pero nuestros cuerpos estaban ya entrenados para realizar fuertes trayectos después de la última semana en que nos vimos con la necesidad de atravesar los Caminos del Salkantay si o si. Las 5 de la mañana y amaneciamos en la ciudad de Puno, a unos 3,800 msnm. Un frío que no era ni normal. Un frío que recordaré por los siglos de los siglos. Allí, en Puno, había contactado con César, una persona que nos llevaría y mostraría los "misterios" del Titicaca, con sus islas, y sus Uros, con sus costumbres y gente.


La isla de los Uros parece cosa de algún escenario "hollywudense". Es extraño caminar por entre sus pajas, y totoras, conocer a los indígenas y pasar aquel frío que no era ni normal. La temperatura del lago era de más o menos 8 grados y afuera llovía y se sentía la humedad en las pequeñas casas que tuvimos la suerte de visitar. Los niños descalzos aún con el frío y la lluvia, los hombres entretenidos en enseñarnos sus viviendas mientras que las mujeres nos ofrecían su arte resumido en manteles, cerámicas y demás manualidades varias.

Demasiado frío para mí y para muchos. Así que nos fuimos a otra de las islas de nombre Taquile en dónde los hombres tejen y las mujeres hilan. Bonito punto les salía a los varones por entre las manos, mucho arte. Allí comímos trucha, arroz y de entrante sopa de quinua. Estabamos a muchos metros de altitud pero ya no le teníamos miedo al mal de altura puesto que nuestra peor pesadilla se había convertido el conseguir agua hervida, enfrentar con solemnidad los dolores de panza, y por supuesto el buscar qué comer que no nos produciese algúna extraña reacción, llámase a reacción a una diarrea infernal, de esas que no llegas no llegas. Afortunadamente todo fue positivo, y ya habiendo disfrutado del Titicaca esa misma noche y sin dormir en ninguna cama caliente de hotel nos embarcamos dirección Arequipa para iniciar una nueva travesía en el Cañón del Cotahuasi.


En este punto dos de nuestros compañeros de viaje estaban ya destruídos. Mi querido amigo no todo es controlable cómo lo sabrás, así que nos enfrentábamos ya a alguna baja obligatoria y con otra ya planificada. César volvío a sus labores profesionales desde Puno y Heidy aún no decidiéndolo al cien por cien "caminaba" con dificultad debido a un esguince que no la dejaba en paz aún con toda la medicina local echada a diestra y siniestra. Cómo dirían algunos "mala pata".

Siendo aún cuatro nos fuimos para Arequipa, allí enganchamos a uno que venía rezagado desde España. Asi que siendo otra vez cuatro (teniendo en cuenta que Heidy decidió no ir): Andoni, Gorka, Zigor y yo con el compromiso asumido como guerreros a enfrentarse cogímos dirección Arequipa con el fin de atravesar el Cañón del Cotahuasi.

Ya te contaré más acerca de como va nuestro recorrido. Ahora ya me voy. Hasta otra y espero apuntarlo todo, todo, para que no me quede nada por decirte, nada por contar.


14 de enero de 2010

La jugada es al ritmo de Grupo 5 y los Hermanos Yaipén, y es que sino te gustan estás realmente jodido. Hemos estado las últimas 14 horas de nuestro tiempo y vida en un autobús con dirección Arequipa y el pueblo de Cotahuasi. ¡Vaya viaje! ¡Vaya autobús! ¡Vaya música! y para algunos pobres ¡Vaya fiebre estomacal! ¿Sabes lo que es estar en un autobus de sierra, cuyo chofer conduce bordeando los acantilados y abismos de los Andes, de noche, 14 horas, sin baño dentro y sufriendo descomposición? Yo no lo sé bien pero he visto la cara de algunos de mis amigos y ha sido un drama. ¡Qué manera de parar tantas veces seguidas durante el trayecto y de poner la famosa cumbia peruana, con el altavoz a "todo meter", en plan discoteca ibicenca, mientras tratas de dormir y sobre todo pidiendo hasta al mismisimo José María Escrivá que te quite el dolor de estómago que te está haciendo pasar momentos realmente complicados o como dirían mis amigos españoles realmente "chungos".


Yo te cuento esto porque los vi corriendo por entre las personas, apartándolas severamente con el único fin de alcanzar la puerta de salida del autobús para poder evacuar cuanto antes en alguna curva sinuosa de los Andes a altas horas de la madrugada. Si, si, mi querido amigo, reirme, me reí mogollón, pero también me compadecí y por supuesto comprometí a contartelo.

¿Que luego qué? Pues aún quedaba lo más interesante. Nos dispusimos dirección el interior del Cañón del Cotahuasi. Otra combi nos acercó hasta donde pudo. La carretera estaba cortada por los derrumbes, "huaycos", así que sin otra opción empezamos a andar antes de lo previsto. Cogimos nuestras mochilas y saltamos por entre las piedras que cortaban la carretera. LLegamos a Chaupo y esperamos a Nestor, el sr. que llevaría las mulas con algunas de nuestras más pesadas maletas pero Nestor no llegaba; así que tal y cómo habíamos empezado continuamos: cargando nuestro equipaje y bajando por una de las laderas del Cotahuasi. El paisaje: impresionante. Aquello tenía unas paredes realmente altas, y unos abismos valga la reduncia abismales. Tiraba una piedra a lo Bear Grylls y no escuchaba el fondo del cañón, y claro... yo había hablado con Marcio, nuestro guía, que quería ir a lo más profundo del cañón (otra vez si o si), con lo cual había que bajar bastante sin pensar que luego toda esa pared había que subirla para salir de allí.


Pues te cuento que no hicimos mas que caminar y caminar. Un sol pesado alumbraba sin intención de dejarnos por ninguna razón. Un sol quemaba nuestros brazos, nuestros cuerpos. Provistos de agua embotellada iniciamos nuestra aventura Cotahuasi, pensamos que lo llevado era suficiente, que duraría algo al menos; pero de durar fueron solo dos suspiros. Ahora bien, qué haces si estás en las entrañas del cañón más profundo del mundo y sin agua que beber con un sol que quema y está por encima de los 33 grados aproximadamente mientras llevas alrededor de 5 horas andando. Cómo te lo tomas. Nosotros con filosofía y con un poco de angustia también sea dicho. La deshidratación se hacía presente y por más que subiamos y bajabamos montañas no encontrabamos a nadie que pudiera sacarnos del mal momento con alguna botella de agua potable y como pidiendo mucho alguna coca cola bien helada; pero nada. Algunas aldeas estaban deserticas, y encima en las que encontrábamos a alguien no tenían nada que vendernos. Sé y estoy segura que si alguno se hubiera aparecido por ahí vendiéndonos una botella de agua a cualquier precio estratosférico sin lugar a dudas lo hubiésemos pagado; pero nada, simplemente no ocurrió.

Estábamos las montañas, el calor, botellas vacías, el guía, cuatro sedientos, y el río Cotahuasi cruzando a raudales frente a nuestros ojos. Alguna acequia se había asomado en nuestro recorrido y no, no hubo "huevos" de tomar agua del río. Gorka, Zigor y Andoni fueron en busca de la acequia para llenar las botellas y procurarnos un poco de alivio a nuestra feroz sed.

Las comidas fueron mejor. Al puro estilo del Cotahuasi y sus habitantes de Velinga y Quechualla nosotros disfrutamos y comimos. Ricas Paltas, jugosos cactus que quitaba la sed, guayabas, limones, lúcumas. De todo probé. De todo que ambas señoras Claudia nos daban con cariño en sus casas. Los almuerzos con olor a leña nos hacían agua el paladar, desde los estofados, hasta los huevos crillos que nos ponían para degustar.

Y eso, que te cuento, que caminanos y caminamos hasta no bien llegar a Usua, la catarata de Usua, hasta donde había dicho a Marcio quería ir, de las partes más profundas del cañón. Nos bañamos bajo las aguas de la catarata y nos quedamos un rato sentados satisfechos y orgullosos de nosotros mismos por haber llegado hasta donde teníamos que llegar.

La vuelta, otro dilema, eso también fueron horas andando, con sed, con hambre. Admirandonos de absolutamente todo el entorno. Otra catarata más y 150 metros de caída: Sipia. A partir de aquí cargando nuestro propio equipaje otra vez. ¡Maldición! pesa un quintal pero es mío así que yo lo llevo. Felices caminamos de regreso al pueblo de Cotahuasi, ya sin problemas estomacales, ya sin anda, sintiéndome como Magaly Solier en "Madeinusa" con mis trenzas, mis pies en el río Cotahuasi cantando "por qué me miras así, no sabes de dónde soy" pero sin ni una pizca de glamour y por supuesto seguramente más sucia que nadie.

Me vuelvo a ir, tengo otras 11 horas de autobus con dirección Arequipa, luego en dos horas tomamos otro dirección Nazca porque nos vamos a sobrevolar las Lineas. Luego y tan luego tenga las primeras impresiones te las dejo, por el momento sólo esto.


Lessar

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