I Tego Arcana Dei

Un espacio como cualquier otro para dar rienda suelta a los pensamientos, a la imaginación, para comunicar y ser leído, analizado por algunos o simplemente ignorado por muchos. Lo importante es intentarlo y quedar a merced de quienes creen en uno y nos dan el voto de confianza; y demostrar que mas que un trabajo es un compromiso para con el lector. LESSAR

miércoles, marzo 03, 2010

Desde el altar

Desde el altar de los altares, donde tengo tu nombre para que nadie pueda tocarlo ni tan siquiera yo que estoy tan cerca y, a la vez, tan lejos de ti. Un nombre que suena a risas, suena al pasado, a historias viejas, a llaves que ya no abren ninguna puerta, a destierro de corazones, de amores rotos. Desde el altar en donde se quedan los recuerdos que no pasan, y se quedan allí recordándome que aún existes entre mensajes olvidados y cartas que nunca envié.

Por allí arriba se quedó tu voz también, nunca olvidada, si escondida, está allí para no tener que escucharla y así no lamentar repetidas veces tu ahora ausencia, que no hace más que doler, doler como pocas cosas que algún día me han hecho estar triste. Allí se queda tu voz, tu nombre con nuestros planes olvidados, no llevados a acabo.

En el altar de mi altares se ha quedado tu cara, mirándome discretamente, con una sonrisa tímida, vaticinando el final. Allí he puesto tu foto, en el altar de mis altares, entre el deseo callado y la pasión escondida que no son posibles por tu parte porque por la mía siguen encendidos como antorchas en una noche cerrada.

Entre altares te has quedado, no estás a la mano, y no te puedo volver a tocar, allí elevado, inaccesible, allí te has quedado, lleno de vacíos como una paloma de papel que no vuela, como una botella sin mensaje y sin destinatario, como el aire. Vacío, así estás, yo queriéndote tocar y tú no tienes nada para dar.

Y tu cuerpo, allí también en mi altar se ha quedado. Tus manos raudas, tus trucos de magia, tus risas, tus piernas. Los brazos que me abrazaron, tu cuerpo fuerte que un día me recogió entre lamentos de soledad. Ahí te has quedado, entre ambrosías de amor, entre hadas mágicas que, empujadas por sueños de críos, creen en amores de fantasía como los míos.

En el altar de mis altares te miró, observó y pido a los espíritus que nos rodean que me vuelvas a mirar, a sonreír, aunque sea sólo por una ultima vez, un segundo, así sabré que es posible creer en los milagros, de esos que hacen que valga la pena creer en algo sobrenatural. Y si eso pasara, que alguna vez me miraras, me hablaras, yo te diría estas líneas para que no se pierdan en el olvido, como yo, como todo lo que ya no está.

Y nuestras promesas... esas, allí, en el altar de mis altares se han quedado...